Opinión: "Soy un enemigo silencioso"


En cuestión de meses, las historias más apocalípticas que solamente podían verse en los libros de Historia o en las películas de Hollywood se visibilizaron de manera global.

Su epicentro se concentró en el gigante asiático y se desplegó por toda Asia y Europa, generando miedo, frustración, dolor y muerte.

Al otro lado del mundo, todos estaban a la expectativa, temerosos e incrédulos de lo que estaba pasando, sin embargo, las fiestas y las grandes concentraciones de gente continuaban, sin imaginarse que el enemigo estaba ya entre nosotros.

Todos los días se escuchaba que personas se infectaban y morían, médicos y personal de apoyo de los hospitales que se jugaban la vida para cumplir su labor, pero de manera egoísta e irracional bajo el slogan de “a mí no me va a pasar”, continuamos con nuestras vidas, hasta que un día todo cambió. Nos vimos encerrados entre cuatro paredes, ya no podíamos visitar a nuestros abuelos y las costumbres diarias de nuestros hogares dieron un giro de 360 grados. Ahora el alcohol y el cloro se hicieron amigos indispensables de nuestros padres y aumentamos un accesorio a nuestro vestuario diario, la mascarilla.

Quedaron atrás las jornadas de aprendizaje presencial, las reuniones familiares y de amigos, las caminatas por los parques, los centros comerciales y las calles; todo parecía un cuento de ciencia ficción, donde lo inimaginable estaba pasando. Ahora todo contacto lejos de las cuatro paredes se hizo impensable ya que ahí es el único lugar donde estamos seguros.

Día a día los noticieros dan cifras escalofriantes y la frase ya concebida de “a míno me va a pasar”, se convirtió en “que a mí y a los míos, no nos pase”. El miedo se apoderó de todos, no solo por el hecho de enfermarse sino por aquel que desde niños tenemos, el miedo de perder a los que amamos.

Aunque aún es difícil acostumbrarnos a los desinfectantes, a los aerosoles, a dejar los zapatos fuera de la casa, a la mascarilla y sobre todo a no tener contacto con los que amamos, el acto más solidario que podemos realizar por nuestras familias y por las de los demás, es evitar propagar el virus; es difícil de hacerlo porque el ser humanos es eminentemente social, pero vale la pena el esfuerzo si queremos estar juntos nuevamente.

La tecnología ayuda mucho a evitar la soledad, ya que gracias a ella, podemos vernos y saber que todos estamos bien, sin embargo aún no perdemos la esperanza que el enemigo invisible, aquel que solo existía en las películas sea exterminado definitivamente por la ciencia.

EL ENEMIGO SIGUE AHÍ, PERO MUERE SI NO TIENE QUIEN LO ALBERGUE.

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